Sinmarc

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martes, 5 de mayo de 2009

Los Banderines

El hombre siempre ha sentido la necesidad de dar a conocer públicamente sus gustos, afinidades y tendencias. Actualmente la sociedad es hipericonoclasta y busca de elementos definitorios (bien sea indumentaria, corte de pelo, tatuajes, estilo de vida...) para distinguirse e identificarse con su subgrupo social favorito. Así como en los 80 las chapas fueron el soporte más popular para decorar la cazadora y explicitar el fanatismo por los grupos de música o los eslóganes, los niños españoles de los años 60 tuvieron en los banderines su momento máximo de expresión fanática.

Los banderines se vendían en los kioskos por un precio que rondaba las 5 pesetas y albergaban colecciones seriadas con los actores, cantantes, deportistas (futbolistas mejor dicho) y famosos televisivos del momento. El porqué del formato del banderín no he conseguido averiguarlo pero seguramente se explique por el mismo motivo que los niños españoles de los 60 vestían pantalones cortos de colegial aunque estuviesen en el mes de diciembre, es decir: por economía, por ahorro y por sacarle el máximo partido a una materia prima que escaseaba.

Las otras dos grandes claves del éxito de los banderines fueron que implicaban el hecho de realizar y continuar una colección, ya que se vendían con una periodicidad específica, y que su formato estaba pensado para que el niño lo atase a un palo o varilla y saliese corriendo para lanzarlo al vuelo y gritar a los cuatro vientos su fanatismo por su personaje predilecto. Una auténtica estampa de alegría y regocijo yeyé, sí señor!!

Al concepto de colección tendré que dedicarle otro post porque es algo totalmente spanish 60´s, sobre todo el interés por el coleccionismo de las cosas pequeñas.

1 comentario:

  1. Qué post más tierno y bonito. Alucino con lo que controlas de la españa castiza de los sesenta. (aunque yo ayudé a ampliar tus fuentes documentales, ¿no?).
    No hay duda de que tengo bastante de yeyé, no sólo por lo bien que imito a la Shelly y lo bien que me quedan los vestidos sino por ese coleccionismo de las pequeñas cosas.

    Tres besos y un topo (y un brandy cola! puaaaj!)

    L.

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